DECÁLOGO PARA EDUCAR LA VOLUNTAD

 

                                                                                       (Por el Psiquiatra Dr. Enrique Rojas.)

 

En estos días acaba de aparecer un libro mío sobre la “Voluntad”, uno de los temas más ausentes de la psicología actual. La voluntad es una joya que tiene buena venta en cualquier mercado y el que la tiene posee un tesoro. En este artículo trato de sistematizar diez pautas de “conducta positiva” para ir avanzando en ello:

 

1.     La Voluntad necesita un aprendizaje gradual que se consigue con la repetición de actos en donde uno se vence y lucha y cae y vuelve a empezar. A esto se llama en psicología “hábito”. Dicho en otros términos, es necesario adquirir hábitos positivos mediante la repetición de conductas de forma deportiva y alegre, que vayan inclinando la balanza hacia comportamientos mayores, más maduros y que a la larga se agradecerán, pero que de entrada cuestan enorme trabajo en una primera etapa, en donde la voluntad está virgen, sin dominar.

 

2.    Para tener Voluntad hay que empezar por negarse o vencerse en los gustos y estímulos e inclinaciones inmediatas. Y esto es lo realmente difícil. Es más fácil explicar los mecanismos por donde hay que llevar la voluntad que ponerse uno a funcionar, aplicando las teorías y argumentos. Esto puede ser expresado en otros términos: toda educación de la voluntad tiene un trasfondo austero, sobre todo cuando se empieza. La labor de los padres es decisiva; saber hacer atractiva la responsabilidad, el deber y las exigencias concretas. La voluntad libera e inicia el vuelo hacia la realización del proyecto personal y de la felicidad. Liberación “no es” hacer lo que uno quiere o seguir los dictados inmediatos de lo que nos pide el cuerpo, sino vencerse en pequeñas luchas titánicas para alcanzar las mayores cimas del propio desarrollo. No es la supresión de obligaciones y de constricciones exteriores, el abandono de los grandes ideales y retos, o el dejarse llevar por los estímulos del momento. La liberación que trae la voluntad consiste en apartar obstáculos, allanar el camino para hacer lo que se había programado, para ir consiguiendo que los sueños se hagan realidad poco a poco.

 

3.    Cualquier aprendizaje se adquiere más fácilmente a medida que la motivación es mayor. Estar motivado es tener el arco tenso para apuntar hacia el mejor blanco. El ejercicio del tiro con arco en nuestros objetivos se estira más gracias a la fuerza de los contenidos que lo mueven. Lo expresaré de otra forma: “el que no sabe lo que quiere, el que no tiene la ilusión de alcanzar algo, es difícil que tenga la voluntad pronta y dispuesta para la lucha”.

 

4.    Es fundamental tener objetivos claros, precisos, bien delimitados y estables. Cuando esto es así, y se ponen todas las fuerzas en ir adelante, los resultados positivos están a la vuelta de la esquina. La cabeza no tolera la dispersión de objetivos. Ni tampoco querer abarcar más de lo que uno puede. Por eso produce mucha paz aplicarse a esos propósitos siendo capaz de dejar de lado todo aquello que aleja de esas metas. Querer es pretender algo concreto y renunciar a todo lo que distrae y desvía de los planes dibujados.

 

5.   Toda educación de la voluntad tiene un fondo ascético, especialmente en sus comienzos. Los ríos desbordados de la garra juvenil hay que saber conducirlos hacia una meta que merezca realmente la pena. Ahí tiene su puesto la tarea del educador por un lado y la de los padres por otro. Hay una observación complementaria que quiero hacer, una vez llegados a este punto: las grandes ambiciones, las mejores aventuras brotan de un pequeño riachuelo que crece y se hace caudaloso a medida que la lucha personal no cede, no baja la guardia, insistiendo una y otra vez. En el alpinismo – tarea que se parece mucho al fortalecimiento de la voluntad – lo importante es dar pequeños pasos hacia arriba, se va ascendiendo en la montaña no gracias a las grandes escaladas, sino merced a pequeños avances. Al principio costosos, y después, ya más fáciles, una vez que se vislumbra el paisaje desde la cima. “LA VOLUNTAD LIBERA E INICIA EL VUELO HACIA LA REALIZACIÓN DEL PROYECTO PERSONAL Y DE LA FELICIDAD. LIBERACIÓN NO IMPLICA HACER LO QUE SE QUIERA O SEGUIR LOS DICTADOS INMEDIATOS DEL CUERPO, SINO VENCERSE EN PEQUEÑAS LUCHAS TITÁNICAS”.

 

6.   A medida que se tiene más voluntad uno se gobierna mejor a sí mismo, no dejándose llevar del estímulo inmediato. El dominio de uno mismo es uno de esos retos extraordinarios que nos elevan por encima de las circunstancias. Se consigue así una segunda naturaleza. Uno no hace lo que le apetece, ni lo más fácil, ni escoge el camino más blando, sino que se dirige hacia lo que es mejor. Cuando la voluntad es más sólida, ya esa persona ni se plantea el cansancio o lo que es su apetencia, sino que sabe qué será más positivo para ella de cara a los planes diseñados.

 

7.   Una persona con voluntad alcanza las metas que se había propuesto si es constante. He comentado en las líneas que preceden que es menester poner en juego las piezas instrumentales de ella: el orden, la tenacidad, la disciplina, la alegría que no desfallece y la mirada puesta en lo alto del camino. Existe hoy la tendencia a la “exaltación del modelo ganador” que deja en la estocada, groggy, a muchos perdedores en el ring social. Por eso, al compararse con otros, el mirar demasiado las cosas ajenas, ofrece esta cara negativa de no disfrutar con lo que se tiene, deseando lo que no se tiene.

 

8.   Es importante llegar a una buena proporción entre objetivos e instrumentos. Buscar la armonía entre fines y medios. Intentar una ecuación adecuada entre “aptitudes” y “limitaciones”. Pretender sacar lo mejor que hay en uno mismo, poniendo en juego la motivación entrelazada de ilusiones junto al orden, la constancia, la alegría y la autoridad sobre nosotros mismos para no ceder ni un ápice en lo propuesto. “LA VOLUNTAD NECESITA SER EDUCADA. NO SE ALCANZA PORQUE SÍ, SINO TRAS LUCHAR POR COSAS PEQUEÑAS, UNA Y OTRA VEZ. LAS DOS NOTAS QUE LA POTENCIAN SON LA MOTIVACIÓN Y LA ILUSIÓN”.

 

9.   Una buena y suficiente educación de la voluntad es un indicador de “madurez” de la personalidad. No hay que olvidar que cualquier avance de la voluntad se acrecienta con su uso y se hace más eficaz a medida que se incorpora con firmeza en el “patrimonio psicológico”. Una persona madura y con un cierto equilibrio psicológico, ofrece un mosaico de elementos armónicamente integrados, en donde la voluntad brilla con luz propia.

 

10.        La educación de la voluntad no se termina nunca. Lo que quiere decir que el hombre es “una sinfonía siempre inacabada”. Y que además, al haber alcanzado un buen nivel, no quiere decir que siempre esté abonado al mismo, ya que las circunstancias de la vida pueden conducir a posiciones insólitas, inesperadas, difíciles o que obligan a reorganizar el tejido del proyecto personal. También hay que citar la desorientación de la sociedad actual: tan permisiva y con pocos valores de referencia, lo que impide ver modelos positivos a su alrededor que puedan ser servidos como “modelos de identidad”.

 

Los perdedores y los triunfadores no se hacen de un día para otro, sino después de años de “dejadez y abandono, de empuje y obstinaciones repetidas”. El hombre debe convencerse de que la persona que tiene la voluntad “consigue lo que quiere”.

 

Hoy, en la gente joven, se da con relativa frecuencia lo que yo he llamado “la filosofía de lo que me apetece”: es que no tengo ganas, es que no me apetece, eso me cuesta... Por este derrotero se llega a ir teniendo una personalidad débil, caprichosa, blanda, veleta, que gira según el viento del momento, inconstante, incapaz de ponerse metas y objetivos concretos, a merced del primer estímulo que le llega de fuera y le hace abandonar lo que estaba haciendo. Es la imagen del niño mimado que tanta pena produce al que le observa. Al no haber luchado en cosas pequeñas día a día se ha ido convirtiendo en un juguete de las circunstancias: traído y llevado y tiranizado por lo que en cada instante le pide el cuerpo. El perfil psicológico final de este sujeto es el siguiente: alguien echado a perder, consentido, mal criado, estropeado para cualquier tarea seria, que no doblará el cabo de sus propias posibilidades.

 

Por el contrario, el que tiene voluntad educada después de una brega pertinaz consigo mismo, sabe lo que es la alegría.

 

La alegría es un puente que está por encima del placer y por debajo de la felicidad, porque el que lucha está siempre contento. Y el resultado es un hombre recio, sólido, firme, consistente, que no se desanima fácilmente. Una persona que se ha subido en el “Jumbo” de los objetivos, sabiendo evitar la dispersión y poner toda la ilusión del mundo en irlos sacando adelante. No querer abarcar demasiado es otro principio elemental.

 

Y, como telón de fondo, el esfuerzo por sacar lo mejor que tenemos dentro. Dicho de otro modo: “La felicidad es un resultado que consiste en intentar sacar el máximo partido a nuestras capacidades, mezclando la lucha tenaz con la alegría”.

 

 

 

 

 

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